La Vanguardia
La editorial de 'New York Review of Books' publicará en el 2012 'El quadern gris' de Josep Pla
Existe un Le cahier gris (francés), un Das graue Heft (alemán), un Het Grijze schrift (neerlandés), un Svi Dnevnik (serbio) y un Cuaderno gris, pero hasta ahora no existía The grey notebook, la traducción inglesa de la obra más conocida de Josep Pla, que saldrá publicada a finales del 2012 en NYRB Classics, el brazo editorial de una de las revistas literarias más influyentes del mundo, The New York Review of Books, y que tiene un hermoso eslogan: “Un libro es un regalo que puedes abrir una y otra vez”.
El traductor, Peter Bush, dirigió durante seis años el centro británico de traducción de la universidad de East Anglia, en la que enseñó Sebald. Bush, que vive en Barcelona desde hace ocho años, cree que la literatura catalana vive una emergencia desconocida en Estados Unidos. “Me acaban de encargar la traducción de La vida amarga, los 24 relatos que escribió Pla durante su periplo como periodista en distintas ciudades de la Europa de entreguerras, como su cuento sobre Berlín, en la época de la hiperinflación y el auge de Hitler y el nazismo. Lo publicará Archipelago Books a finales del 2013”.
El escritor catalán contemporáneo con más demanda de traducciones en Estados Unidos es Quim Monzó. Tras ver publicado La magnitud de la tragèdia, el año pasado salió Benzina (escrita en Nueva York) en versión de Mary Ann Newman para Open Letter Books y en junio aparecerá Guadalajara, traducido por Bush, que también está traduciendo Mil cretins.
Hay más títulos catalanes: Bush traduce Incerta glòria de Joan Sales, Contes russos de Francesc Serès para la editorial británica MacLehose, a su compañera Teresa Solana (Drecera al paradís, Bitter Lemon Press). Han salido más versiones de Mercè Rodoreda, de Bearn de Llorenç Villalonga, relatos de Jaume Cabré (Winter journey, en Swan Isle Press), además de poemas de Joan Margarit, Francesc Parcerisas, Ernest Farrés, Gabriel Ferrater... entre otros, incluidos los clásicos que publica en inglés la editorial Barcino.
Bush cree que la diferencia respecto a otras épocas es que “antes, los autores catalanes eran publicados en editoriales universitarias sin presupuesto para promoción, por lo que los libros no tenían ninguna visibilidad. Ahora, en cambio, se trata de pequeñas editoriales, de prestigio y muy activas, que están consiguiendo que se publiquen reseñas tanto en diarios como The New York Times como en blogs”.
Aurelio Major, coeditor junto con Valerie Miles (editorial Duomo y Granta España) de los libros que publica NYRB Classics, dice estar empeñado en “allanar el camino para que los escritores catalanes fundamentales sean reconocidos y se publiquen en Estados Unidos, desde Josep Pla a Foix y Miquel Bauçà, no porque sean catalanes, sino porque son parte de la mejor tradición literaria europea. Es gravísimo que en Estados Unidos no esté normalizado el reconocimiento a los escritores de España, de Latinoamérica o de otros idiomas que no sean el inglés”. Major elogia, en este sentido, la apuesta de Edwin Frank, director de la colección NYRB Classics y autor de un ensayo sobre la novela del siglo XX que publicará Seix Barral.
Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, cree que “hay interés por la literatura catalana, aunque en ambientes minoritarios. EE.UU. vive un suerte de provincianismo que le hace ignorar las culturas de fuera. Apenas se conocen dos o tres escritores españoles (Javier Marías y Enrique Vila-Matas son autores de culto, mientras Javier Sierra, Zafón o Mendoza son publicados sin identidad definida). En las grandes editoriales no hay lectores en español y los pocos informes de lectura han de pasar después una servera criba basada en estrictos criterios comerciales. Además, las bibliotecas, una institución muy arraigada en América, están pasando una grave crisis, al igual que las librerías. Muchas han desaparecido.
Nadie sabe en estos momentos qué pasará, porque el libro electrónico ya ha superado al de papel en todos los campos salvo en el de la ficción. Yo creo que la revolución tecnológica favorecerá la buena literatura y cambiará la relación de escritores y lectores. Los grandes perjudicados serán las grandes editoriales, que controlarán menos el mercado. Ya ahora hay signos de un creciente interés por otras culturas, no sólo por las europeas, sino de China o India”.
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