El presidente de Ecuador congrega a 3.000 compatriotas en su primer día de visita a Barcelona
El avión del mandatario llegó cinco horas tarde por una avería
Stefania Gozzer
Barcelona
23 ABR 2014 - 14:02 CET
El País
Rafael Correa, presidente de Ecuador, cantando ayer durante el acto, en Barcelona. / CONSUELO BAUTISTA |
La lluvia no logró disuadir a los cerca de 3.000 ecuatorianos que
acudieron ayer al auditorio del Fòrum para oír a su presidente, Rafael Correa,
en la ya tradicional reunión que hace el mandatario con sus
compatriotas durante sus visitas oficiales a España. El discurso del
presidente no empezó hasta las nueve de la noche, a pesar de que la cita
era a las seis de la tarde porque su vuelo tuvo un retraso de cinco
horas por una avería. Correa ofreció su apoyo para superar la crisis al
colectivo inmigrante. Recordó las medidas tomadas por su Gobierno para
evitar desahucios en Ecuador, después de que bancos extranjeros
intentaran cobrar en el país las deudas contraídas por sus ciudadanos en
el exterior. También resaltó el avance que su país ha vivido en materia
de educación, con proyectos como la Ciudad del Conocimiento.
El mandatario vivió un verdadero baño de masas. Bailó hasta pasadas las once de la noche y subió al escenario a cantar un par de canciones. Solo hubo algunos episodios tensos en los que respondió a gritos aislados de reproche de algunos asistentes con frases como: "¡Cállese que está hablando el presidente de la República!" y "A esto lo llaman en Ecuador democracia, cuando en realidad es mala educación. Es lo que tenemos que mejorar". "Reelección" era el grito más repetido por un público que siguió al mandatario hasta el baño, que tuvo que ser acordonado mientras este lo usaba. Incluso ahí, dos operarios de limpieza ecuatorianos no pudieron resistirse a pedirle una foto.
Los asistentes eran recibidos en el recinto por jóvenes que repartían guantes de látex negros sin más explicación que: "Coja la mano sucia de Chevron". Es el nombre de una campaña del Gobierno de Correa para defender la sentencia de la Corte Nacional de Justicia de Ecuador, que condena a la petrolera a pagar una indemnización de cerca de 7.000 millones de euros por los daños causados al medio ambiente entre 1964 y 1992.
Lejos de la polémica, los asistentes se ponían los guantes con alegría y ondeaban sus banderas tricolor hasta el auditorio. Algunos venían desde Lleida o Valencia. La entrada era libre y hasta completar el aforo. Pero Correa, el único presidente ecuatoriano que ha conseguido acabar su mandato desde 1996, no solo atrae a sus compatriotas: banderas argentinas y alguna boliviana se podían ver en la sala. Y unos pocos españoles también acudieron a conocer al presidente ecuatoriano, como Juli Sánchez, un catalán de 65 años que asegura que le "encanta" el presidente y su política.
A pocos pareció importarles el retraso. Sentado en su butaca, Washington Gallo, de 63 años, esperaba con paciencia su cuarta cita con el mandatario. "Su idealismo", responde con rapidez y sin titubeos a la pregunta de qué le gusta de Correa. "Hasta que vino él ningún presidente se había preocupado de hacer cosas por el pueblo", añade. Lleva 14 años en España y ya le ha puesto fecha de caducidad a su condición de inmigrante: 2016, su año de jubilación.
De los 72.910 ecuatorianos empadronados en Barcelona en enero de 2007 solo quedaban 36.718 a inicios de este año. La crisis y los recortes sociales hacen que cada día sean más los que se plantean volver a cruzar el océano. Como Amada Velástegui, de 67 años, que hace pocos meses regresó de un viaje de "reconocimiento". Tiene una pensión "muy pequeña" que planea compaginar en Ecuador con algún negocio. "Me puse mal del estómago y fui al hospital. ¡Me atendieron gratis! ¡Hasta la medicina! Para mí fue una sorpresa porque allí toda la vida ha habido que soltar cash [pagar]", explicó. "En diciembre me voy", concluyó.
Correa será hoy investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona. Luego viajará a Madrid, donde se reunirá con Mariano Rajoy y el Rey Juan Carlos I para luego viajar a Italia, donde se encontrará con la comunidad ecuatoriana en Génova, la más numerosa en ese país, y asistirá a la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII.
El mandatario vivió un verdadero baño de masas. Bailó hasta pasadas las once de la noche y subió al escenario a cantar un par de canciones. Solo hubo algunos episodios tensos en los que respondió a gritos aislados de reproche de algunos asistentes con frases como: "¡Cállese que está hablando el presidente de la República!" y "A esto lo llaman en Ecuador democracia, cuando en realidad es mala educación. Es lo que tenemos que mejorar". "Reelección" era el grito más repetido por un público que siguió al mandatario hasta el baño, que tuvo que ser acordonado mientras este lo usaba. Incluso ahí, dos operarios de limpieza ecuatorianos no pudieron resistirse a pedirle una foto.
Los asistentes eran recibidos en el recinto por jóvenes que repartían guantes de látex negros sin más explicación que: "Coja la mano sucia de Chevron". Es el nombre de una campaña del Gobierno de Correa para defender la sentencia de la Corte Nacional de Justicia de Ecuador, que condena a la petrolera a pagar una indemnización de cerca de 7.000 millones de euros por los daños causados al medio ambiente entre 1964 y 1992.
Lejos de la polémica, los asistentes se ponían los guantes con alegría y ondeaban sus banderas tricolor hasta el auditorio. Algunos venían desde Lleida o Valencia. La entrada era libre y hasta completar el aforo. Pero Correa, el único presidente ecuatoriano que ha conseguido acabar su mandato desde 1996, no solo atrae a sus compatriotas: banderas argentinas y alguna boliviana se podían ver en la sala. Y unos pocos españoles también acudieron a conocer al presidente ecuatoriano, como Juli Sánchez, un catalán de 65 años que asegura que le "encanta" el presidente y su política.
A pocos pareció importarles el retraso. Sentado en su butaca, Washington Gallo, de 63 años, esperaba con paciencia su cuarta cita con el mandatario. "Su idealismo", responde con rapidez y sin titubeos a la pregunta de qué le gusta de Correa. "Hasta que vino él ningún presidente se había preocupado de hacer cosas por el pueblo", añade. Lleva 14 años en España y ya le ha puesto fecha de caducidad a su condición de inmigrante: 2016, su año de jubilación.
De los 72.910 ecuatorianos empadronados en Barcelona en enero de 2007 solo quedaban 36.718 a inicios de este año. La crisis y los recortes sociales hacen que cada día sean más los que se plantean volver a cruzar el océano. Como Amada Velástegui, de 67 años, que hace pocos meses regresó de un viaje de "reconocimiento". Tiene una pensión "muy pequeña" que planea compaginar en Ecuador con algún negocio. "Me puse mal del estómago y fui al hospital. ¡Me atendieron gratis! ¡Hasta la medicina! Para mí fue una sorpresa porque allí toda la vida ha habido que soltar cash [pagar]", explicó. "En diciembre me voy", concluyó.
Correa será hoy investido doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona. Luego viajará a Madrid, donde se reunirá con Mariano Rajoy y el Rey Juan Carlos I para luego viajar a Italia, donde se encontrará con la comunidad ecuatoriana en Génova, la más numerosa en ese país, y asistirá a la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII.
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