El Clarín de Chile
La historia del Winnipeg es "una de las historias de solidaridad más admirables y emocionantes de la historia y un ejemplo de solidaridad, paz y fraternidad", manifestó hace un par de años en visita a Chile, Joan Saura (ICV), Conseller de Interior, Relaciones Institucionales y Participación del gobierno de la Generalitat de Catalunya -el gobierno autonómico catalán. Y asimismo que la Generalitat el año 2009 iba recuperar la memoria del exilio, cuyo símbolo será el barco 'Winnipeg', que llevó a Chile a más de 2.000 exiliados republicanos en 1939. (Europa Press)
Saura, pronunció estas palabras en un emotivo acto junto al monolito que recuerda la llegada del mítico buque al Muelle Prat del primer puerto chileno de Valparaíso, el mismo sitio en que hace 70 años, un día 3 de septiembre de 1939 recalara luego de toda la peripecia de una larga y azarosa travesía el “barco de la esperanza”, como el título del libro de Jaime Ferrer Mir, uno de los historiadores chileno-catalán que se hayan encargado todos estos años de mantener viva esta parte de nuestra hermosa historia de solidaridad y esperanza. Un hecho histórico relevante, sin duda, un genuino acontecimiento, tan recordado y estimado en Chile -por el aporte que generó este puñado de republicanos, de todas las tierras, ideologías, profesiones, a la sociedad y la cultural local- como ignorado, casi por completo, acá en España. Ni más ni menos, que lo ocurre con casi la mayoría de los hechos relevantes de la historia reciente de este país, sobre la cual pareciera extendido un manto de olvido y de amnesia, en algunos casos, no exento de cálculo y pragmatismo y que a momentos, expele el fatal hedor de la impunidad.
No sin razón Joan Garcés, el conocido valenciano, jurista y amigo personal de Salvador Allende, señalaba muy hace poco en una entrevista publicada precisamente por elclarin.cl: “España es el país de Europa en el que los crímenes contra la Humanidad, cometidos entre 1936 y 1975, no han sido jamás investigados por un juez antes de 2008 (Baltasar Garzón). No hay otro país en que no se hayan investigado ese tipo de crímenes y sancionado aunque sea en parte. España es el único país en el que se nos dice que no hablemos de ese tema, que los juzgará Dios y los historiadores, que los tribunales de justicia deben continuar cerrados.”[1]
La desmemoria histórica o la ausencia de ella, el olvido junto con ser abiertamente enemigos de la verdad se conjugan muy bien con la impunidad y la injusticia, en desmedro de la cultura profunda y de la democracia de los pueblos.
Esta abrumadora realidad y este un tanto panorama esquizo produce un abismal y brutal contraste con otra cara de la España de hoy, -oh! paradoja- transformada en una de las democracias maduras más completas del mundo, en materia de libertades, derechos individuales y civiles, lo cual se traduce en leyes como la “ley de dependencia”, la “ley del trabajador autónomo”, la “ley de matrimonios de personas de igual sexo”, convirtiendo a este país además en una de las democracias más incluyentes y tolerantes del mundo. Un país, dotado de una larga e inimitable tradición, por ejemplo ya contaba de antaño con una nutrida legislación pro derechos de las mujeres a la par que diputadas electas (entre 1931-1939, fueron electas nueve mujeres al Parlamento) cuando en muchos lugares del mundo las mujeres no pudieron acceder al sufragio sino hasta algunas décadas atrás.
Un país, como señalaba Chomsky en una entrevista también publica en este medio, que cuenta con experiencias notables como la sociedad utópica sin privilegios de clase llevada a la práctica en Catalunya a fines de 1936, sin “terratenientes ni patrones, dirigida por consejos de obreros, campesinos y milicianos, con las tierras distribuidas entre comunas agrarias y la industria colectivizada bajo control de los trabajado”[2], que motivo por parte de George Orwell su famoso y olvidado “Homenaje a Cataluña” (Hoy sólo queda de Orwell y su homenaje una plaza en el Barri Gòtic del distrito de Ciutat Vella en Barcelona: la “Plaza de los yonquis”) a partir del cual el mismísimo Chomsky se adentra en el estudio y adscripción del “socialismo libertario”, experiencia vital para su lúcida y crítica reflexión política tan importante para el pensamiento progresista del mundo. Para no seguir con la II República y la universal Guerra Civil Española, su causa, sus conquistas, sus canciones… su simbolismo global que influyó tan decididamente en las batallas políticas de América Latina y de UP en Chile, por ejemplo.
Historias como las del Winnipeg, deben ser necesariamente relevadas, difundidas, celebradas y socializadas por todo el mundo, aquí, allá, acullá, especialmente por las autoridades, cuando en esta materia se suele ser tan débil, ambiguo e incluso adverso. Cuando se ha hecho poco o casi nada en este tipo de temas, como en los comprometidos festejos del centenario de Allende. “Mucho ruido y pocas nueces”. Lo poco y nada que se ha hecho en esta materia por estos lados responde más bien a notables iniciativas personales envés de institucionales. No queda más que lamentarse, constituye francamente un despropósito, todo un desperdicio, farrearse una causa con tanto espesor y densidad vital-antropológica-existencial, especialmente de cara a nuevas generaciones que no han renunciado a creer y sentir nuestra historia y ciertas luchas y reivindicaciones como propias, lo sabemos, lo intuimos.
Ahora, en un intento también personal por ir tras las huellas de esta historia di con dos supervivientes de la misma en Catalunya, Carmen Blasco y Margarita Sancho. Estuve con ellas, las visité y entreviste en sus casas. La Carmencita me recibió en su piso del distrito de Horta Guinardó de Barcelona, a metros de un busto de Salvador Allende que le ha dado la ciudad en su honor, en cual cada 11 de septiembre -día nacional de Catalunya, “La Diada”- el gobierno autonómico y el de la ciudad, le rinden “sagradamente” su merecido homenaje al “Chicho”, al son del “Venceremos”, “Els Segadors” y el himno nacional. Me habló su infancia, de sus padres, de la Guerra Civil Español, la Batalla de Ebro, de la Caída Teruel y del Frente catalán, de la Caída de Barcelona, de la marcha forzada –con lo puesto- por los Pirineos (más de 500 mil personas constituyeron ese masivo y dramático éxodo) y del fatal recibimiento por parte de uno de los tres “frentes populares” existentes entonces en el mundo, el del “socialista” León Blum (los otros dos fueron el de la II República y el de Pedro Aguirre Cerda). Su viaje a Chile y, en contraste, el increíble recibimiento en una abarrotada Estación Mapocho en Santiago de Chile, al son de las canciones de la Guerra Civil Española: El quinto regimiento, ¿Dónde vas morena?, El tamborilero, etcétera, que se cantaban como propias, fueron las primeras palabras de bienvenida, como señala el recordado Volodia en su libro Neruda. Su alegría y llanto, conmueven. Una emoción enorme nos arranca con sus entrañables recuerdos de Neruda, la persecución a los comunistas durante el gobierno de González Videla, las campañas de Allende. La entrega, el esfuerzo desplegado en esa gran cruzada social-política-cultural en que se transformaba la lucha política por la presidencia, la pedagogía del “Chicho”, su afán alfabetizar… “Es algo que no puede olvidar y que no olvidaré nunca”, señala. Ella volvería a España, a comienzos del ocaso del “caudillo”, cuando la decepción de la derrota de Allende en el ’64 les hizo pensar que la tierra socialista que no cejaban de forjar, donde quiera que fueran, no llegaría nunca. En efecto, dicha campaña fue la más abrumadora y aplastante que vivió Allende de manos del imperialismo y la oligarquía dominante, “pusieron todos los huevos en la canasta” de los socios DC. Fueron muchos los millones de dólares que les “inyectó” y los recursos que desplegó el gobierno norteamericano en Chile para frenar el avance popular, para evitar que Allende llegará a La Moneda, según consta en los in-desmentibles archivos desclasificados de la CIA y el U.S. Department of State.
La historia de Margarita, no es idéntica, pero igual, vive desde fines del ’76 en el hermoso sector de la Rambla Nova de Tarragona, frente al balcón del Mediterráneo, un lugar inimaginable por su inagotable belleza. Con casi diez años, vivió el dolor de la guerra y la derrota, el éxodo y también el incomprensible recibimiento francés. La apoteósica e inestimable llegada a un Chile solidario, la emoción y el llanto de su padre, al ver tan magnífico como insuperable recibimiento y el grito de un chileno que le dice:”¡No llore poh compañero a su Patria no má ha llegáo” Son palabras que tiene grabada a fuego en lo más hondo de su alma. Su padre, morirá muy pronto, sólo dos años de haber llegado, tenía 42 años y una promisoria carrera de Juez, que se había labrado con todo el esfuerzo y el tesón de los que no tienen nada excepto inteligencia e ideas, atrás quedaban para siempre su mujer, sus hijos y su España querida. Ella permaneció en Chile, ya casada, junto a su familia hasta poco después del golpe militar que había hecho trisas a la “UP” y toda la obra construida, toda la alegría y el entusiasmo despertados, se habían esfumado ante el espanto y la barbarie; hasta cuando la vida se vio seriamente amenazada e insostenible, “todos los días mataban un amigo nuestro”, señala. Simplemente no tuvieron más remedio, debieron marchar para siempre. Una vez más la historia volvería a repetirse. Hoy tiene su corazón partido en dos, entre el recuerdo intenso del ayer y el vacuo escurrir del presente; igualmente su familia partida en dos, entre Chile y España.
Esta es una historia que debe seguir contándose, que involucra directamente a más de 15 mil chilenos, que nos llena de orgullo y emoción. Nos damos por pagados. Conocer estas pequeñas significativas historias surgidas de los más íntimos recovecos del alma buena de los hombres y mujeres. Es un tiempo de “pequeñas narrativas”, dijo hace años Félix Guattari. Y, especialmente, cuando la democracia tradicional y sus instituciones manifiestan una gran deuda con los “deseos”, con los anhelos y los sueños (reales, uf! Me carga esta expresión) de la gente de los pueblos… la recuperación de la historia, del legado de la memoria democrática juega a ganador. Por eso es valorable el esfuerzo, particular, que realizan el “Port de Tarragona” y la “Associació Allende a Tarragona” (una pequeña ONG catalana –chilena que, seriamente, se encarga de la proyección del legado de Allende en la provincia y en Catalunya), con la programación de una muestra y un coloquio para el 15 de septiembre, en homenaje a este puñado de republicanos que fueron al Sur del mundo a comenzar de nuevo sus vidas, trabajando por un Chile popular que se desvaneció, de la mano del que ya, para muchos, es el “Schindler” chileno, el gran vate Pablo Neruda.
*“Mi poesía en su lucha había logrado encontrarles patria. Y me sentí orgulloso. Tuve la dicha de ofrecerles en mi patria el pan y el vino y la amistad de todos los chilenos. Que la crítica borre toda mi poesía, si quiere, pero este poema del Winnipeg que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.”
(Pablo Neruda)
No sin razón Joan Garcés, el conocido valenciano, jurista y amigo personal de Salvador Allende, señalaba muy hace poco en una entrevista publicada precisamente por elclarin.cl: “España es el país de Europa en el que los crímenes contra la Humanidad, cometidos entre 1936 y 1975, no han sido jamás investigados por un juez antes de 2008 (Baltasar Garzón). No hay otro país en que no se hayan investigado ese tipo de crímenes y sancionado aunque sea en parte. España es el único país en el que se nos dice que no hablemos de ese tema, que los juzgará Dios y los historiadores, que los tribunales de justicia deben continuar cerrados.”[1]
La desmemoria histórica o la ausencia de ella, el olvido junto con ser abiertamente enemigos de la verdad se conjugan muy bien con la impunidad y la injusticia, en desmedro de la cultura profunda y de la democracia de los pueblos.
Esta abrumadora realidad y este un tanto panorama esquizo produce un abismal y brutal contraste con otra cara de la España de hoy, -oh! paradoja- transformada en una de las democracias maduras más completas del mundo, en materia de libertades, derechos individuales y civiles, lo cual se traduce en leyes como la “ley de dependencia”, la “ley del trabajador autónomo”, la “ley de matrimonios de personas de igual sexo”, convirtiendo a este país además en una de las democracias más incluyentes y tolerantes del mundo. Un país, dotado de una larga e inimitable tradición, por ejemplo ya contaba de antaño con una nutrida legislación pro derechos de las mujeres a la par que diputadas electas (entre 1931-1939, fueron electas nueve mujeres al Parlamento) cuando en muchos lugares del mundo las mujeres no pudieron acceder al sufragio sino hasta algunas décadas atrás.
Un país, como señalaba Chomsky en una entrevista también publica en este medio, que cuenta con experiencias notables como la sociedad utópica sin privilegios de clase llevada a la práctica en Catalunya a fines de 1936, sin “terratenientes ni patrones, dirigida por consejos de obreros, campesinos y milicianos, con las tierras distribuidas entre comunas agrarias y la industria colectivizada bajo control de los trabajado”[2], que motivo por parte de George Orwell su famoso y olvidado “Homenaje a Cataluña” (Hoy sólo queda de Orwell y su homenaje una plaza en el Barri Gòtic del distrito de Ciutat Vella en Barcelona: la “Plaza de los yonquis”) a partir del cual el mismísimo Chomsky se adentra en el estudio y adscripción del “socialismo libertario”, experiencia vital para su lúcida y crítica reflexión política tan importante para el pensamiento progresista del mundo. Para no seguir con la II República y la universal Guerra Civil Española, su causa, sus conquistas, sus canciones… su simbolismo global que influyó tan decididamente en las batallas políticas de América Latina y de UP en Chile, por ejemplo.
Historias como las del Winnipeg, deben ser necesariamente relevadas, difundidas, celebradas y socializadas por todo el mundo, aquí, allá, acullá, especialmente por las autoridades, cuando en esta materia se suele ser tan débil, ambiguo e incluso adverso. Cuando se ha hecho poco o casi nada en este tipo de temas, como en los comprometidos festejos del centenario de Allende. “Mucho ruido y pocas nueces”. Lo poco y nada que se ha hecho en esta materia por estos lados responde más bien a notables iniciativas personales envés de institucionales. No queda más que lamentarse, constituye francamente un despropósito, todo un desperdicio, farrearse una causa con tanto espesor y densidad vital-antropológica-existencial, especialmente de cara a nuevas generaciones que no han renunciado a creer y sentir nuestra historia y ciertas luchas y reivindicaciones como propias, lo sabemos, lo intuimos.
Ahora, en un intento también personal por ir tras las huellas de esta historia di con dos supervivientes de la misma en Catalunya, Carmen Blasco y Margarita Sancho. Estuve con ellas, las visité y entreviste en sus casas. La Carmencita me recibió en su piso del distrito de Horta Guinardó de Barcelona, a metros de un busto de Salvador Allende que le ha dado la ciudad en su honor, en cual cada 11 de septiembre -día nacional de Catalunya, “La Diada”- el gobierno autonómico y el de la ciudad, le rinden “sagradamente” su merecido homenaje al “Chicho”, al son del “Venceremos”, “Els Segadors” y el himno nacional. Me habló su infancia, de sus padres, de la Guerra Civil Español, la Batalla de Ebro, de la Caída Teruel y del Frente catalán, de la Caída de Barcelona, de la marcha forzada –con lo puesto- por los Pirineos (más de 500 mil personas constituyeron ese masivo y dramático éxodo) y del fatal recibimiento por parte de uno de los tres “frentes populares” existentes entonces en el mundo, el del “socialista” León Blum (los otros dos fueron el de la II República y el de Pedro Aguirre Cerda). Su viaje a Chile y, en contraste, el increíble recibimiento en una abarrotada Estación Mapocho en Santiago de Chile, al son de las canciones de la Guerra Civil Española: El quinto regimiento, ¿Dónde vas morena?, El tamborilero, etcétera, que se cantaban como propias, fueron las primeras palabras de bienvenida, como señala el recordado Volodia en su libro Neruda. Su alegría y llanto, conmueven. Una emoción enorme nos arranca con sus entrañables recuerdos de Neruda, la persecución a los comunistas durante el gobierno de González Videla, las campañas de Allende. La entrega, el esfuerzo desplegado en esa gran cruzada social-política-cultural en que se transformaba la lucha política por la presidencia, la pedagogía del “Chicho”, su afán alfabetizar… “Es algo que no puede olvidar y que no olvidaré nunca”, señala. Ella volvería a España, a comienzos del ocaso del “caudillo”, cuando la decepción de la derrota de Allende en el ’64 les hizo pensar que la tierra socialista que no cejaban de forjar, donde quiera que fueran, no llegaría nunca. En efecto, dicha campaña fue la más abrumadora y aplastante que vivió Allende de manos del imperialismo y la oligarquía dominante, “pusieron todos los huevos en la canasta” de los socios DC. Fueron muchos los millones de dólares que les “inyectó” y los recursos que desplegó el gobierno norteamericano en Chile para frenar el avance popular, para evitar que Allende llegará a La Moneda, según consta en los in-desmentibles archivos desclasificados de la CIA y el U.S. Department of State.
La historia de Margarita, no es idéntica, pero igual, vive desde fines del ’76 en el hermoso sector de la Rambla Nova de Tarragona, frente al balcón del Mediterráneo, un lugar inimaginable por su inagotable belleza. Con casi diez años, vivió el dolor de la guerra y la derrota, el éxodo y también el incomprensible recibimiento francés. La apoteósica e inestimable llegada a un Chile solidario, la emoción y el llanto de su padre, al ver tan magnífico como insuperable recibimiento y el grito de un chileno que le dice:”¡No llore poh compañero a su Patria no má ha llegáo” Son palabras que tiene grabada a fuego en lo más hondo de su alma. Su padre, morirá muy pronto, sólo dos años de haber llegado, tenía 42 años y una promisoria carrera de Juez, que se había labrado con todo el esfuerzo y el tesón de los que no tienen nada excepto inteligencia e ideas, atrás quedaban para siempre su mujer, sus hijos y su España querida. Ella permaneció en Chile, ya casada, junto a su familia hasta poco después del golpe militar que había hecho trisas a la “UP” y toda la obra construida, toda la alegría y el entusiasmo despertados, se habían esfumado ante el espanto y la barbarie; hasta cuando la vida se vio seriamente amenazada e insostenible, “todos los días mataban un amigo nuestro”, señala. Simplemente no tuvieron más remedio, debieron marchar para siempre. Una vez más la historia volvería a repetirse. Hoy tiene su corazón partido en dos, entre el recuerdo intenso del ayer y el vacuo escurrir del presente; igualmente su familia partida en dos, entre Chile y España.
Esta es una historia que debe seguir contándose, que involucra directamente a más de 15 mil chilenos, que nos llena de orgullo y emoción. Nos damos por pagados. Conocer estas pequeñas significativas historias surgidas de los más íntimos recovecos del alma buena de los hombres y mujeres. Es un tiempo de “pequeñas narrativas”, dijo hace años Félix Guattari. Y, especialmente, cuando la democracia tradicional y sus instituciones manifiestan una gran deuda con los “deseos”, con los anhelos y los sueños (reales, uf! Me carga esta expresión) de la gente de los pueblos… la recuperación de la historia, del legado de la memoria democrática juega a ganador. Por eso es valorable el esfuerzo, particular, que realizan el “Port de Tarragona” y la “Associació Allende a Tarragona” (una pequeña ONG catalana –chilena que, seriamente, se encarga de la proyección del legado de Allende en la provincia y en Catalunya), con la programación de una muestra y un coloquio para el 15 de septiembre, en homenaje a este puñado de republicanos que fueron al Sur del mundo a comenzar de nuevo sus vidas, trabajando por un Chile popular que se desvaneció, de la mano del que ya, para muchos, es el “Schindler” chileno, el gran vate Pablo Neruda.
*“Mi poesía en su lucha había logrado encontrarles patria. Y me sentí orgulloso. Tuve la dicha de ofrecerles en mi patria el pan y el vino y la amistad de todos los chilenos. Que la crítica borre toda mi poesía, si quiere, pero este poema del Winnipeg que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.”
(Pablo Neruda)
No hay comentarios:
Publicar un comentario