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Venezuela aprende a emigrar

ÁNGEL Bermúdez. El Periódico

Andreína García y Fernán Otero ya han tomado la decisión: a comienzos del 2010 se irán a vivir a España. Todo parece bien planificado. Ella ya tiene la ciudadanía española, heredada de su padre gallego, y él está a la espera del permiso de residencia, tras haber registrado su amor ante los juzgados. Escogieron España por la seguridad personal, el idioma y porque piensan que podrán encontrar ingresos suficientes para vivir bien, «no solo para sobrevivir».

Como ellos, decenas de miles de venezolanos han optado por buscar un destino mejor en tierras foráneas durante la última década.

Entre 1940 y 1980, Venezuela fue un lugar de oportunidades para inmigrantes procedentes de diversas partes del planeta. A partir de entonces, el incesante deterioro de la economía y de la democracia venezolana hicieron revertir la tendencia hasta convertir al país suramericano en emisor de emigrantes.

La imagen ya es habitual. A las siete de la mañana de cualquier día laborable, se forma una larga cola en las escaleras del edificio Bancaracas, sede del consulado de España en Caracas, capital venezolana.

Allí se mezclan indistintamente jóvenes venezolanos que tramitan un visado de estudios, junto a descendientes de españoles que intentan obtener la ciudadanía por ser hijos y nietos de españoles. El objetivo es el mismo: conseguir una fórmula para escapar de Venezuela.

En algunos casos, como el de Andrés Medina, el viaje a España no está del todo definido pues aun debe licenciarse como bioanalista. Mientras tanto, tener la nacionalidad de sus abuelos es un salvoconducto para marcharse en caso de necesidad.

Según los registros de variaciones residenciales del Instituto Nacional de Estadísticas de España, Venezuela es el país del mundo de donde proceden más españoles retornados en la última década, unos 44.000, casi un 13% del total.

Adicionalmente, otros 80.000 venezolanos emigraron a España durante el mismo período, según datos del padrón municipal. Una cifra notable para una nación cuyos ciudadanos solían alardear de que no les gustaba emigrar.

Sobre el escritorio del abogado Gregory Caicedo se acumulan los expedientes. Cada semana entre 30 y 40 venezolanos le contratan para que haga los trámites necesarios para emigrar. La mayoría son profesionales universitarios o emprendedores de clase media y alta que, incluso prosperando económicamente en Venezuela, prefieren irse en pos de una mayor seguridad personal.

Caicedo trabaja principalmente con personas que quieren radicarse en España, Portugal e Italia, lugares de donde proceden la mayor parte de los europeos residentes en Venezuela. El abogado advierte que cada vez son más los jóvenes que quieren irse al acabar la secundaria y señala que la tendencia migratoria, aunque afectada brevemente por la crisis, ha recuperado su vigor.

Según cifras de la revista de estadounidense Newsweek, en la última década más de un millón de personas han abandonado Venezuela. Es posible que a los venezolanos no les guste emigrar, pero, por lo visto, van aprendiendo rápidamente.

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