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Sangre fría catalana

Truman Capote escribió parte de su novela en Palamós, donde pensó comprar casa John William Wilkinson

En 1963 alquiló S'Anià, una magnífica casa con playita particular

JOHN WILLIAM WILKINSON
La Vanguardia
05/03/2006

Se acaba de estrenar Truman Capote, ópera prima del neoyorquino Bennett Miller. Es un gran filme. De hecho, cuenta con cinco candidaturas a los Oscar (mejor película, director, actor, actriz y guionista). Dentro de pocas horas sabremos si se lleva alguna de esas codiciadas estatuillas. Lejos de intentar entrar en los pormenores de la mundana existencia del escritor sureño, Miller, que asegura que lo que relata es nada menos que una tragedia griega, se centra en seguir con parquedad el angustioso camino que indujo a Capote a escribir A sangre fría,una novela de no ficción, según la definición del propio autor.

El caso es que el 16 de noviembre de 1959 vio Truman Capote (1924-1984) en la página 39 de The New York Times el siguiente titular: "Un rico agricultor y tres miembros de su familia asesinados". Estaba fechado en Holcomb, Kansas. El escueto artículo versaba sobre la escalofriante aniquilación, sin motivo aparente, de la familia Clutter (que en inglés quiere decir desorden, confusión). Fuera a causa del significado del apellido de los muertos, o acaso por el misterio que rodeaba un crimen múltiple en un lugar tan remoto, el hecho es que Capote se obsesionó con la historia desde el primer momento. Tanto, que a mediados de diciembre subió al tren rumbo a Kansas en compañía de Nelle Harper Lee, su amiga de la infancia y autora de Matar a un ruiseñor.A partir de su llegada, ya nada sería igual.

La importancia de salir en la foto

El padre biológico de Truman era Arch Persons, un perdedor nato cuyos vagabundeos pronto lo alejarían de su mujer; y ésta, Lille May, dejando a su hijo a los cuidados de unas parientes en un pueblo perdido de Alabama, se trasladó a Nueva York en busca de trabajo, un bien que escaseaba en aquel 1930.

A Lille May las cosas no le salieron del todo mal e incluso inició una relación con un tal Joe García Capote, hijo de un coronel del Ejército español, que había combatido en Cuba contra los Rough Riders de Theodore Roosevelt, y que tras amasar una fortuna, regresó a Barcelona para casarse, para luego instalarse de nuevo en Cuba, donde nacería Joe.

Lille May y Joe se casaron en 1932, y Truman no sólo se mudó a vivir con ellos a Nueva York, sino que también se mudó de apellido: en adelante sería conocido como Truman Capote.
El Truman adolescente no entonaba con los otros niños de su edad. Hablaba con una vocecita aflautada y, ya crecido, apenas superaba un metro y medio de estatura. Pero era guapo e inteligente, con unos ojazos azules y un flequillo rubio como la paja. Su autoestima no tenía límites.

En 1946 la revista Life publicó un reportaje sobre un grupo de escritores noveles que ansiaban tomar el testigo de Hemingway y Scott Fizgerald, los más célebres miembros de la llamada generación perdida. El reportaje arrancó con una foto a toda página de Truman Capote, el único de los elegidos que aún no había publicado nada. El chico de Alabama con cara de niño lo había logrado; era brillante, locuaz, astuto, vengativo, vanidoso, ambicioso hasta el delirio... y de alguna manera encarnaba ese algo intangible que los lectores americanos andaban buscando. Además, no escribía nada mal.

De Kansas a Catalunya

Volvemos a finales de 1959. A los rústicos ciudadanos de Kansas, Capote debía de parecerles algo así como un marciano amanerado caído del cielo; mientras que él, a su vez, les observaba como si formasen un cultivo expuesto bajo el nítido enfoque deun potente microscopio literario. Tal como queda reflejado en la película de Miller, se jactaba de poder retener el 94% de cuanto oía en boca de las muchas personas que llegó a entrevistar durante sus pesquisas.

La policía no tardó en arrestar a los asesinos, que no eran más que dos rateros surgidos de las oscuras entrañas de lo más profundo de la América profunda. Capote se las ingenió para poder visitarles en la cárcel; incluso logró forjar una amistad basada en el mutuo interés con Perry Smith, el más listo de los dos criminales. Pero, ya se sabe, la justicia, además de ciega, es lenta, y aún faltaban meses o incluso años hasta que concluyese el juicio; y luego vendría la inevitable sentencia a muerte seguida de las interminables apelaciones.

De modo que había llegado la hora de alejarse de la monotonía de Kansas y el ajetreo de Nueva York, ya que necesitaba un refugio donde pudiera dedicarse en cuerpo y alma a la redacción de la que iba a ser sin lugar a dudas su obra maestra, A sangre fría,que es como la había titulado. Y no se le ocurrió mejor destino que la Costa Brava, en plena dictadura franquista.

Capote y su amante Jack Dunphy se instalaron en Palamós en abril de 1960, pues allí residía su amigo el escritor británico Robert Ruark, quien les alquiló la casa de su secretario. Por fin podía ponerse a redactar la trágica historia de los Clutter, inocentes víctimas del destino y la fatalidad.

En junio hizo un viaje a Londres, donde habló con un psiquiatra que le ayudó a desentrañar la psicología de los dos asesinos. Pero enseguida volvió a Palamós para escribir. Cuando se marcharon a Suiza en octubre - Jack era muy aficionado al esquí-, ya tenía acabada una cuarta parte del libro.

Truman Capote se encontraba muy a gusto en Palamós, hasta el punto de hacer indagaciones con la intención de comprarse una casa. No hubo suerte; sin embargo, los dos años siguientes la pareja regresaría a pasar en Palamós la temporada de abril a septiembre u octubre.

El primer año, salvo alguna escapada a S´Agaró, no hicieron mucha vida social. Truman se quedaba en casa escribiendo y bebiendo como un cosaco. Ahora bien, cuando salían a pasear por el puerto, el alto y pelirrojo Jack y el duendecillo rubio Truman, que iba a todas partes acompañado de su bulldog Charlie (su nombre completo era Charlie J. Fatburger), los lugareños, al igual que los de Kansas, debían de tomarles por extraterrestres. Sea como fuere, Capote se aficionó al suquet de peix, y en los años siguientes recibieron visita de algunos de sus ilustres amigos, como Noël Coward, Loel y Gloria Guinness, Cecil Beaton y Gloria Vanderebilt.

Alquilaron en 1962 S´Anià, una magnífica casa con playita particular al norte de Palamós, que más tarde sería comprada por Carlos Ferrer Salat. La hermana de Jackie Kennedy, Lee Radziwill, llegó a mediados de junio. Es más, la actriz Madeleine Carroll vivía en Torre Valentina (Calonge) con su marido, Andrew Heyskel, que era, ni más ni menos, el director de la revista Life. Éstos, confabulados con Lee Radziwill y el general Rouard, el embajador francés en Washington, conspiraban para que John F. Kennedy y Jackie les vinieran a visitar en el verano de 1963.

Cuesta creer que JFK hubiera hecho escala en la España de Franco. De todas formas, se interpusieron en los planes de Jackie y su hermana los balazos de Lee Harvey Oswald. Truman Capote volvió a EE. UU. al final de su estancia veraniega en S´Anià y nunca volvió a Palamós.

Cuatro años más tarde, los asesinos de los Clutter fueron ahorcados y Truman Capote pudo por fin completar su libro, escrito a sangre fría, que le lanzaría a la fama internacional. Sólo queda por ver si esta madrugada se cita su fantasma en la ceremonia de los Oscar.

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