El Mercurio (Chile)
Editorial
Al consultar el gobernador al cabildo sobre las solemnidades con que habría de prestarse juramento al Consejo de Regencia, no sólo dilató éste la respuesta, sino que acordó sesionar públicamente y tratar sobre la constitución de una junta de gobierno. Ante la presión de la Audiencia de que se apresurara el reconocimiento del Consejo, el procurador de la ciudad, José Miguel Infante, elaboró un informe en que, además de demostrar que dicho organismo carecía de sustento legal, ponía en duda la lealtad de muchos de los altos funcionarios españoles, pues algunos muy conocidos estaban al servicio de José I. El cabildo, por ello, sugirió al gobernador reconocer a la Regencia de manera privada.
El 17 de agosto la Audiencia insistió en el reconocimiento público del organismo. El cabildo, entonces, concibió el proyecto de constituir una junta de gobierno para el 21 de agosto. Pero la Audiencia convenció al vacilante gobernador de que desechase los argumentos del cabildo, y el 18 de agosto se prestó juramento al Consejo de Regencia.
Mientras, en iglesias y conventos se exhortaba a los fieles a la obediencia, a la subordinación y a la tranquilidad. En la Merced se sostuvo en una homilía que toda resistencia a lo determinado en la metrópoli equivalía a resistir a la ordenación divina. Contra esas prédicas protestó el cabildo. Y no le faltaba razón, pues defendía un irreprochable y tradicional principio jurídico: en ausencia del rey, la soberanía revierte al pueblo.
El 23 de agosto se rumoreó que algunos peninsulares proyectaban deponer al conde y restablecer a García Carrasco hasta la llegada de Elío. Por ello al comenzar septiembre se multiplicaron las reuniones para tratar la constitución de una junta gubernativa. El problema había salido ya de los órganos centrales; ahora todos tomaban partido a favor o en contra de una junta. Para prevenir una situación inmanejable, el cabildo le propuso al gobernador que una asamblea resolviera la pugna entre la élite reformista y los españoles europeos. En la noche del 12, Mateo de Toro aprobó la idea.
Las continuas dudas del gobernador, la resistencia de la Audiencia y de la jerarquía eclesiástica y las reuniones tanto de juntistas como de peninsulares aumentaron la tensión existente. El 15 llegaron a Santiago milicias rurales controladas por el grupo dirigente santiaguino.
El 17 se reunieron en la casa de Domingo de Toro, hijo segundo del conde, 125 partidarios de la junta para decidir la forma de elegir a los vocales y acallar a los contrarios. Ese mismo día se repartieron 437 invitaciones a un cabildo abierto para el día 18, y sólo se consideró a 14 europeos.
La impensada coyuntura que vivía el reino había encontrado un principio de solución.
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