Excélsior (México)
*Rafael Álvarez Cordero
Porque amo a mi país celebro que la alfabetización haya llegado a millones de compatriotas, pero me duele saber que el sistema educativo es malo.
Al llegar esta tan cacareada y esperada fecha que celebra -por decreto- dos momentos inolvidables para los mexicanos, tengo sentimientos encontrados como mexicano, pero más como ser humano, porque mi corazón late con alegría mezclada con tristeza, y en mi mente hay pensamientos tanto optimistas como pesimistas, no lo puedo ocultar.
Porque amo a mi país celebro con alegría que hace 200 años se libró de España y hace 100 años terminó una dictadura, pero reconozco con tristeza que ni se libró totalmente de España hace 200 años, y si se libró hace 100 de una dictadura, después de un millón de muertos vivió otra igual por 70 años, dictadura que, como la de don Porfirio, tuvo aciertos, pero también errores garrafales que impidieron el desarrollo armónico de México.
Porque amo a mi país celebro que la alfabetización haya llegado a millones de compatriotas, pero me duele saber que el sistema educativo es malo, mal administrado y corrupto y que la educación sea deplorable.
Celebro que se pretenda dar cobertura universal de salud a los mexicanos, pero lamento que todo esté en el papel, porque los enfermos siguen esperando meses para recibir una consulta o ser operados.
Porque amo a mi país, celebro que la natalidad en México haya disminuido, pero me duele que haya aún regiones en donde las mujeres mexicanas tienen seis o siete hijos que no pueden mantener.
Celebro que haya campañas para disminuir el hambre y la pobreza, pero me lastima ver que en pleno siglo XXI hay 30 millones de mexicanos que viven en una miseria mayor que en Haití.
Celebro que haya, por otra parte, campañas para contener la obesidad que enferma y mata a niños y adolescentes, pero deploro que haya intereses financieros que obstaculizan los empeños de esas campañas.
Celebro que después de muchos años el país logró en 2000 la alternancia del poder y que llegó Acción Nacional, partido político cuyas ideas y propuestas parecen buenas, pero deploro que, al llegar al poder, los panistas hayan sido iguales o peores que sus contrincantes, y que al abuso, la corrupción y el compadrazgo hayan añadido la improvisación, la indecisión, las componendas por debajo de la mesa, la falta de autoridad.
Celebro que, después de años de indolencia, el presidente Felipe Calderón Hinojosa haya emprendido una lucha frontal contra la delincuencia organizada, con logros en ocasiones valiosos, pero reconozco que no ha sabido convocar a todos y que aún dentro de su gabinete y en los estados hay quienes se oponen a esa lucha, la obstaculizan, aducen pretextos fútiles y contribuyen con su desgano a que la violencia continúe; el tráfico de armas continúa sin control, la despenalización de la mariguana sigue en veremos, no se corta el lavado de dinero ni se cuenta con una policía confiable.
Por eso y por muchas razones más, mis sentimientos son encontrados.
Pero usted sabe, estimado lector, que soy un optimista irredento y, debido a eso, y porque sé que quienes amamos a México somos mayoría, alzo mi voz, junto con usted, para brindar, no por el presente, sino por el futuro de mi país.
*Rafael Álvarez Cordero
Médico y escritor
raalvare2009@hotmail.com
www.bienydebuenas.com.mx
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