El Espectador (Colombia)
Por Alvaro Forero Tascón
SOBERANÍA, CIUDADANO, IGUALDAD, república, constitución, tiranía, derechos.
Estas son las palabras sin las cuales no hubiera podido concebirse la Independencia. Son algunas de las palabras que nos cambiaron, según enseña la magnífica exposición Lenguaje y poder en la Independencia, de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
“Uno de los principales logros de la Independencia fue poner en circulación un conjunto de ideas y un lenguaje con el que la posibilidad de un orden social distinto al colonial se instaló en el imaginario social. Al producirse la crisis del Imperio español y al pasar de la fidelidad al rey a la Independencia, fue necesario definir quiénes y cómo gobernarían, producir una nueva legitimidad y para ello, un lenguaje distinto con el que se pudiera decir y entender el nuevo orden político republicano que se estaba fundando”. Así explica Margarita Garrido, curadora de la exposición y directora de la Red de Bibliotecas del Banco de la República, la importancia de las palabras para entender la Independencia. Agrega: “Las palabras circularon en todo tipo de impresos y fueron leídas y dichas por muchos. Con ellas se hacía la Independencia. ¿Hasta qué punto este lenguaje contribuyó a una nueva cultura política en nuestros países? ¿Cómo nos cambió?”.
Si hay palabras que son la radiografía de las épocas, ¿cuáles marcan a Colombia en el Bicentenario como “nación en el mundo”? Hay que empezar por globalización, que paradójicamente es contraria al concepto de independencia, pero que no es exclusiva. ¿Cuáles explican las particularidades de la Colombia actual en lo político?
Quizá las más evidentes sean seguridad democrática, porque están en el centro de las preocupaciones y esfuerzos nacionales. Son también el sello de un gobierno, y en este caso de un gobernante, porque la influencia de Álvaro Uribe consiste en haber liderado un cambio de paradigma en relación con la violencia colombiana, y su éxito político en haber introducido en el imaginario colectivo palabras que reemplazaban, o destruían, anteriores muy importantes. Terroristas a cambio de subversivos es tal vez la más poderosa. Y guerrilleros por bandidos, menos elaborada pero efectiva políticamente. Otra concomitante fue reemplazar conflicto interno y paz, por guerra. Desde el punto de vista de la cultura política, todas ellas se tradujeron en la palabra confianza. En lo económico, confianza inversionista, abstracta y permisiva. Y en lo social desapareció el concepto de justicia social que marcó casi todo el siglo pasado, para ser reemplazado por uno sibilino: cohesión social. Estas palabras buscaron reemplazar las de la Constitución del 91, más coherentes con las de la Independencia como soberanía popular, tutela, derechos, en el marco del revolcón.
Pero todas ellas forman parte de los dos siglos pasados. Con tres nuevas, de pronóstico reservado, arranca la tercer centuria. Una, quizá la que más falta hacía, demoró doscientos años: legalidad. Las otras vienen del pasado: unidad nacional. Con las palabras que trae la exposición “se hacía la independencia”. Con las actuales, ¿qué se está haciendo? ¿Qué orden se está fundando?
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